La dificultades para expandirse y llegar a más regiones del país hicieron que la Federación Salvadoreña de Bowling buscara una solución que le permitiera dar los primeros pasos para masificar su deporte y sacar provecho de la bolera instalada en la Villa CARI, en Ayutuxtepeque.
Así fue que en 2009, según comenta David Quintanilla, coordinador técnico de la Federación Salvadoreña de Bowling, aprovecharon el impulso dado por una reforma en la Ley General de los Deportes, que exigía a las federaciones tener representación en todos los departamentos del país.
“Dadas las condiciones del deporte nuestro, que no hay una facilidad para las instalaciones, ni una en cada departamento, se vio entonces la forma de traer a la gente de fuera de San Salvador, a la capital, y así surgió el Programa Residencial de Formación Deportiva Integral (Fordepin)”, explicó Quintanilla.
Luego de crearse bajo la presidencia de José Guandique, y de diez años de existir, el programa ha tenido altas y bajas, por lo que la directiva actual encabezada por Aída Granillo, espera darle un nuevo impulso con la nueva política que ha iniciado el Instituto Nacional de los Deportes de El Salvador (INDES).
“Ahorita solo nos han quedado cinco (atletas, de casi 30 que comenzaron el programa), y no ha sido por indisciplinas o por falta de capacidad, sino de oportunidades de otro tipo: el estudio”, explica Quintanilla, quien aclara que “cuando salen del colegio y pasan a la etapa de la universidad se dan un montón de dualidades debido a que el programa no contempla la alimentación de los muchachos, solo el hospedaje”.
Quintanilla comenta que en ese punto muchos de estos jóvenes empiezan a sentir la carga económica y prefieren ir a la universidades periféricas en los departamentos donde residen, lo que les sale más fácil, pueden viajar cortas distancias, estudiar ahí con la misma calidad de las universidades de San Salvador y ahorrarse el costo de la alimentación, que en realidad para muchas familias es un problema.
Por el momento, el Fordepin cuenta con representantes de Jiquilisco, San Vicente y Acajutla, pero ya han hecho contactos con gente de Santa Ana, Cabañas y La Paz, de donde esperan tener nuevos jugadores para renovar el programa.
“Una limitante es de carácter familiar, el apego de los jóvenes con los padres, y viceversa; a veces los padres no dejan que los jóvenes estén mucho tiempo fuera”, indica Quintanilla, quien destaca que “el año antepasado se graduaron tres bowlers, y el año pasado uno, por lo que solo nos queda un joven en etapa escolar, advierte con la esperanza que pronto llegarán más jóvenes interesados en practicar el boliche y con el deseo de seguir superándose académicamente.
El coordinador técnico de la federación explica que de los integrantes del Fordepin que se han graduado, dos continúan en el programa y están a punto de ingresar a la selección mayor, a pesar de que todavía están en la categoría sub-21, lo cual les genera alegría ya que hace unos años las delegaciones nacionales únicamente tenían representantes de la capital.
Ejemplo a imitar
Con mucho orgullo, y no es para menos ya que es también el entrenador, Quintanilla comenta que los jóvenes “acaban de venir del Centroamericano y del Caribe (Concecabol), donde las niñas ganaron una medalla de bronce en parejas, compitiendo contra jugadoras de Colombia, Puerto Rico y República Dominicana, y los varones igual, obtuvieron bronce en equipo, y es en realidad el fruto de esto. De los seis que fueron, tres estaban en el programa”.
“Viendo las necesidades que se tienen en nuestro país, esto es un programa que puede extenderse a otros deportes. En otras palabras, es buscar talentos fuera de San Salvador, dar la oportunidad a muchos jóvenes que quizás no tengan la facilidad porque a veces el recurso económico es muy difícil, entonces los padres prefieren mejor ubicarlos en otras áreas y dejan fuera la parte deportiva”, comentó Quintanilla.
Practicar bowling no tiene restricción de edad, pero el coordinador técnico considera que es conveniente que sea a partir de los 12 o 13 años, ya que como deporte tienen eventos que inician desde sub-16, por lo que así tendrán tiempo de entrenarlos tanto con la práctica deportiva como en el gimnasio.
“Tenemos oportunidad para quienes deseen venir, practicar y probar, es un bonito deporte, muy interesante, y lo puede jugar, si usted mide 1.60 o 1.90 metros, si pesa 200 libras o pesa menos, si es muy fuerte o no, se les enseña a ocupar la fuerza para que pueden lanzar, pero más que todo es técnica”, dice Quintanilla, quien recalca que es un deporte para toda la vida. “Tengo amigos de 70 años que juegan conmigo, de bastante edad, que en otros deportes no tendrían oportunidad”.
De oriente a occidente
En 2014, la federación de bowling andaba tras la caza de talentos, y llegó al Centro Escolar Ramiro Martínez Pineda, de Jiquilisco, Usulután, para que los jóvenes “probaran” su deporte. La estrategia dio frutos, ya que Kevin Alexander Núñez Ticas, quien es originario del cantón Cabos Negros, llegó para quedarse.
“Al principio no me gustaba, sentía raro estar en otro ambiente acá en San Salvador, pero después me fui acostumbrando, cuando empezaron a poner competencias y gané fue como que wow, me empezó a gustar y seguí trabajando y entrenando y el siguiente año formé parte de la selección”, contó Núñez.
Kevin, quien se graduó de bachiller gracias a sus estudio en la Villa CARI y ahora es estudiante universitario, fue uno de los ganadores de la medalla de bronce por equipos en Centroamericano y del Caribe Juvenil en Guatemala, y reconoce que “los logros han venido gracias al trabajo duro. Tenía altas expectativas y era un trabajo que habíamos hecho todos juntos”.
Por su parte, Jeamy Abigail Escobar Serrano, de Acajutla, Sonsonate, reconoce que antes de conocer sobre el bowling, nunca había practicado ningún deporte, pero al igual que Kevin, fue flechada por los pines.
“Es un deporte de bastante de complejidad, requiere bastante concentración y repetición de tiros, compañerismo. Vienes a conocer varias personas, a hacer amistades, es un deporte bastante divertido”, confiesa la sonriente acajutlense.
Durante una semana normal, Jeamy, quien se graduó el año pasado, entraba lunes en la mañana a la Villa, practicaba a partir de las 2:00 p.m. y de 4:00 a 6:00 p.m. entrena en el gimnasio, luego a cenar y al dormitorio, para prepararse para las clases de la mañana. Su rutina se repetía hasta el viernes, cuando salía rumbo a Acajutla para estar con su familia y regresar el lunes.
“Voy a estudiar en la universidad, sacar mi carrera, y seguir practicando, si se da la oportunidad, espero seguir mejorando durante todo este tiempo”, dijo la bolichista, quien reconoce que le costó acoplarse al lugar, “porque venimos de lugares que no es mucha la sociabilidad”, y sin dejar su sonrisa, afirma que no le costó fue el estudio, ya que siempre fue aplicada.
Bowling, un deporte con altos costos
Para 2020, Jeamy espera trabajar duro para mejorar sus nivel competitivo, pero reflexiona que “uno viene con bolas que ya tienen años, que vienen de otros jugadores, y uno hace lo que puede, con el material que se tiene, pero sí, viene trabajar para estar en la preselección, selección juvenil y selección mayor, para salir a representar al país, para hacer un mejor desempeño”.
Una instalación de bowling podría costar 250 o 300 mil dólares, pues según explica el coordinador técnico de la federación deben traer expertos al país, ya que tiene que ser un carpintero especializado, a lo que se agrega el costo de las máquinas y su proceso de instalación lleva bastante tiempo, por lo que el programa Fordepin se mantiene como la opción más viable para seguir en la búsqueda de nuevos talentos de este deporte.
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