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Edgar “Popeye” Linares, una leyenda del ciclismo salvadoreño

La adrenalina que siente en cada pedaleada es parte de la vida cotidiana de Edgar Alfredo Linares Mendoza, jefe de la Oficina Departamental en Santa Ana del Instituto Nacional de los Deportes de El Salvador (INDES) y ex seleccionado nacional de la Federación Salvadoreña de Ciclismo.

Linares es licenciado en Educación Física y en Jurisprudencia, graduado de la Escuela Superior de Educación Física de El Salvador (ESEFIES) en 1994 y de la Universidad Modular Abierta en 2012. En lo deportivo, es ex campeón nacional de ciclismo, amante de los deportes extremos y un padre de familia ejemplar.

En su árbol genealógico figuran sus hijos Marcelo, jugador de la categoría U-17 del FAS; Mateo Alesandro, Laura María Colocho, Marcos Edward Umaña y Madelin Dayana Umaña. Está casado con Claudia Lizeth García y es hijo de Luis Alfredo Linares y Ena Margoth Mendoza.

En el mundo del ciclismo es conocido como Edgar “Popeye” Linares. A sus 55 años, su trayectoria deportiva registra títulos nacionales obtenidos entre 1988 y 1990.

Su historia sobre una bicicleta comenzó en 1982, en una carrera que inició en Santa Ana, recorrió Candelaria de la Frontera y El Congo, y finalizó en la famosa Pollos Dorados, a la entrada de Santa Ana.

“A los 12 años tuve mi primera experiencia con el ciclismo. Mi padre me llevó a ver una carrera y vi cómo el pelotón avanzaba en una misma dirección. Fue algo impresionante, lo más espectacular que había visto. Tiempo después, con mucho esfuerzo, me compraron una bicicleta y comencé a entrenar”, recuerda Linares.

Desde entonces, su vida cambió gracias a su principal impulsor en el deporte: su padre, quien siempre ha estado a su lado para motivarlo.

“Mi padre fue mi mayor motivador, una parte fundamental en esta historia. A pesar de las caídas que he tenido, no solo en competencia sino en accidentes en carretera donde casi pierdo la vida, él y mi esposa siempre me han apoyado. Mi madre, en cambio, no lo hace por temor a que me pase algo grave”, expresó.

El camino de Linares en el ciclismo comenzó formalmente tras una práctica con un grupo de ciclistas dirigidos por el veterano Mario Contreras. “Tuve un entreno con ellos y, al final, Mario le dijo a mi padre que yo tenía condiciones porque logré terminar la ruta siendo un novato”, recuerda.

Su carrera profesional despegó a los 16 años, cuando ganó su primer campeonato nacional con el equipo Autovidrio Bike Doctor, siendo el único adolescente en un equipo conformado por Rafael Eduardo Fuentes, Álex Enrique Dubón y Francisco Antonio Guerra.

Un año más tarde, en 1988, se convirtió por primera vez en líder de la Vuelta a El Salvador, tras ganar la primera etapa, un recorrido de aproximadamente 111 kilómetros entre San Salvador y San Miguel. “En el sexto día tuve un desperfecto mecánico que me hizo perder el liderato ante el colombiano Luis Pérez, del equipo Kelme de España, quien al final ganó la competencia”, recuerda.

Ese rendimiento captó la atención de equipos internacionales interesados en ficharlo. “Ese mismo año, un equipo colombiano habló con mi papá y le ofrecieron un contrato con salario y todo, pero no acepté porque tenía un fuerte vínculo familiar. En ese momento era muy apegado a mi abuela materna”, confiesa.

Entre las competencias más duras que enfrentó, Linares recuerda una carrera de 217 kilómetros entre San Salvador y Santa Rosa de Lima, La Unión, y otra desde Chalchuapa hasta el centro de Guatemala, de más de 260 kilómetros, en la que compitió contra ciclistas de Colombia, México y Guatemala. “Terminé como líder de un pelotón, pero fueron carreras muy exigentes”, comenta.

El ciclismo vivía una época dorada en El Salvador. “Había ciclistas que corrían en todas las modalidades: montaña, sprints, ruta y pista. Los equipos estaban formados por cuartetas y la competencia por ser seleccionado era feroz, sobre todo entre los santanecos”, recuerda.

Durante su carrera, Linares compitió con figuras como Óscar Hernández (ANTEL), Álvaro Mira (“Cigarrito”), los hermanos Walter y Carlos Rosales, y Mario Someta, entre otros.

Uno de sus mayores logros fue recibir la Espiga Dorada, premio que compartió en el mismo año (1991)con el futbolista Mauricio Cienfuegos. “Ese año fue casi perfecto, gané la mayoría de las carreras en las que competí, incluyendo 10 clásicas y varias vueltas internacionales”, dice con orgullo.

En 1996, a los 26 años, Linares decidió retirarse del ciclismo para incorporarse al mundo laboral. “Comencé a trabajar en un instituto público y promoví una carrera en la que conocí al licenciado Hernández. Me invitó a su oficina y ese día me ofreció trabajo. Hace 25 años que estoy en el INDES, lo que me ha permitido promover el deporte en las comunidades y a nivel profesional”, expresa.

Su pasión por el ciclismo no estuvo exenta de peligros. “Tuve accidentes fuertes en carretera, el último me dejó hospitalizado por varios días. A mi madre no le gusta verme en bicicleta o moto, pero andar sobre ruedas es algo que llevo en la sangre”, afirma.

Hoy, su padre, a los 78 años, sigue recorriendo 80 kilómetros cada fin de semana y 40 entre semana. “Él siempre ha sido mi mayor motivador, fue quien me dio el primer empujón en este deporte”, dice con gratitud.

Linares también destaca en lo académico. Para asistir a clases en San Salvador, viajaba en bicicleta desde Santa Ana. En 2012, obtuvo su licenciatura en Jurisprudencia, lo que le ha permitido ayudar a atletas con trámites de viaje.

Con 25 años en el INDES, Edgar Linares sigue disfrutando del deporte, ahora desde su jefatura y, de vez en cuando, sobre su bicicleta, recorriendo las calles de su querido Santa Ana.

Publicado el 18-03-2025.